Una indiscutible característica del mundo donde vivimos, es la pérdida de credibilidad de la política. Pasamos por una especie de “Primavera Latinoamericana”.
Revolución, gran transformación, crisis estructural, aceleración del cambio. Podemos llamar de varias formas al proceso que estamos viviendo. Me quedo con el planteamiento de Richard Haass en el sentido de que no necesariamente va a surgir un nuevo mundo después de esta coyuntura, sino que más bien, la pandemia y la crisis económica resultante serán aceleradores del cambio.
Se dará lugar a un sistema producto de las tendencias y contratendencias que venían gestándose en los últimos años, incluso décadas: desglobalización al mismo tiempo que interdependencia; nacionalismos a contracorriente de la cooperación internacional en temas como el cambio climático, la salud y los medicamentos de o la multifacética lucha contra la desigualdad; aislacionismo en tiempos de la mayor interconexión histórica en el espacio digital.
Una innegable característica del mundo que estamos viviendo es la pérdida de credibilidad de la política. Vivimos este año una especie de “Primavera Latinoamericana” expresada en distintos brotes sociales en Ecuador, Perú, Chile, Bolivia, Colombia, Haití, México y desde luego Venezuela.
Se vivió lo propio desde Francia hasta Hong Kong. En Bolivia, lo exacerbaron los temas electorales; en Francia, las reformas laborales y, en México, la exigencia de un alto a la violencia contra las mujeres. En el fondo –y ya también en la superficie, a flor de piel– el grito generalizado se deriva de una creciente falta de credibilidad de la política. De una falta de conexión real con los ciudadanos.