Enclavado en una barranca, Angangueo serpentea entre cerros boscosos. Es precisamente aquí, en las montañas que lo rodean, donde se dan cita cada invierno millones de mariposas monarca. Angangueo se convierte entre noviembre y marzo en el epicentro del extraordinario espectáculo natural de la migración de la Monarca, que bien merece una visita a los santuarios de Sierra Chincua y El Rosario.
Este Pueblo Mágico luce magnífico desde lo alto, y varios miradores como el de la Capilla de la Misericordia ofrecen espectaculares panorámicas de este pintoresco pueblo. Desde lo alto se aprecia la accidentada trama del pueblo que sigue la montaña, con sus calles estrechas y sus solemnes casonas de adobe de grandes patios. Pueblo que fue minero, pueblo de riqueza y de tragedia, cuyas gentes construyeron casonas de fachadas coloridas y flores en los balcones. Lugar apacible, amable y cálido hacia el visitante.
El templo de la Inmaculada Concepción y la Parroquia de San Simón Celador compiten por el protagonismo. El primero, el templo del pueblo. El segundo, el templo erigido por la familia más acomodada, tal era la riqueza que estas minas generaban. En medio, una deliciosa plaza de armas con kiosco rodeada de portales. Del pasado minero de Angangueo también nos habla la Escuela Secundaria Mineros de Angangueo, con un extraordinario mural de Arturo Estrada, discípulo de Frida Kahlo. En la parte trasera de la Parroquia, otro mural —esta vez al aire libre— de Jorge Téllez narra la historia de este pequeño pueblo que no ha perdido la magia con el paso de los años.