junio 20, 2024

Empero todo cambió en tan solo semanas a partir de la invasión de Rusia a Ucrania el pasado 24 de febrero.

Este domingo, Finlandia hizo saber su elección de pedir formalmente su unión a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la unión militar dirigida por USA y otras potencias de Occidente cuya ampliación fue usada por Rusia como una de las justificaciones para irrumpir a su vecino.

Y Suecia se juntó a Finlandia con un anuncio parecido este lunes.

De concretarse esta ampliación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, supondría un cambio notable en el ábaco geopolítico universal con repercusiones futuras.

¿Qué implicaría que Suecia y Finlandia se unan a la OTAN?

«En la práctica, Finlandia y Suecia ya se habían acercado mucho a la Organización del Tratado del Atlántico Norte en los años 90», le explica a BBC Mundo Pablo de Orellana, experto en relaciones internacionales en el King’s College de Londres.

El propio secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, Jens Stoltenberg, se ha referido a los dos territorios como «los aliados más cercanos» a la unión militar.

Orellana pone como ejemplo de participación los ejercicios marítimos y aéreos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en el norte del continente Europeo, donde «Suecia y Finlandia participan continuamente».

Ya en 2014, luego de la invasión rusa en la península de Crimea, los dos territorios incrementaron su participación formal pese a continuar siendo socios externos.

Ahora, si al final se incorporan a la Organización del Tratado del Atlántico Norte como pretenden, lo cual transformaría es el «bien de mayor relevancia» que involucra ser integrante: la probabilidad de invocar el Artículo 5.

El Artículo 5 de la Organización del Tratado del Atlántico Norte tiene relación con la custodia colectiva e involucra que un ataque contra un aliado es considerado además como un ataque al resto de miembros.

«Lo último que le falta en verdad a Suecia y Finlandia es el derecho a invocar el Artículo 5. Todo lo demás de requisitos ya los permanecen cumpliendo», comenta Orellana.

Uno de los requisitos primordiales es designar por lo menos el 2% del Producto Interior Bruto a costos de protección, algo que Finlandia ya hace y que Suecia se ha comprometido a conseguir para los siguientes años.

Participar en la organización además podría abrir las puertas a que USA logre desplegar sus armas nucleares en sus países, aunque Orellana define esta probabilidad como «un problema interno de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, que los de Europa generalmente odian y que suecos y finlandeses parecen estar claros de no quererlas».

¿Cómo podría reaccionar Rusia?

El mandatario ruso, Vladimir Putin, dijo no tener inconvenientes con Finlandia y Suecia, sin embargo que la extensión de la infraestructura militar en su territorio demandaría una actitud a partir de Moscú.

El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, mencionó este lunes que Rusia observa de cerca los movimientos de ambos territorios nórdicos y añadió que está convencido en que su incorporación no fortalecerá la estabilidad del continente Europeo.

«Este es un asunto serio que produce nuestra inquietud y lo vamos a seguir con mucho cuidado», comentó.

Peskov además indicó que, comparativamente con Ucrania, Rusia no posee disputas territoriales con Finlandia o Suecia.

Una postura que concuerda con la exploración de Orelllana, que estima que «no hay visión de que Rusia desee irrumpir dichos territorios de forma directa, sin embargo que sí transformaría de manera sutil la función de Moscú de imponer a dichos territorios a ceder frente a sus prioridades estratégicas».

No obstante, previene que es complicado calcular cuánta estabilidad en realidad les da a Suecia y Finlandia unirse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

«Se debe ver qué beneficios trae en oposición a la beligerancia que seguro crecerá del lado ruso», dice.

¿Qué pasos quedan para que Suecia y Finlandia se unan a la OTAN?

En Finlandia, la primera ministra, Sanna Marin, hizo saber el domingo que su territorio enviaría la solicitud oficial en los siguientes días, una vez el Parlamento confirme la elección.

«En Finlandia aún poseemos el proceso parlamentario por delante, sin embargo confío en que el Parlamento debatirá esta elección histórica con decisión y responsabilidad», mencionó Marin.

De acuerdo con la mandataria, no debe haber obstáculos para que su territorio se convierta en integrante de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

En semanas actuales, Stoltenberg además dijo que, una vez formalizada la solicitud de membresía, los dos territorios podrían ser «calurosamente bienvenidos» y que espera que el proceso de integración «vaya inmediatamente».

Ya que dichos territorios ya cumplen diversos de los requisitos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y que llevan años colaborando activamente con la organización, su integración, una vez requerida formalmente, podría completarse en cuestión de meses.

Aunque si bien a partir de Suecia y Finlandia no vislumbran obstáculos, Orellana opina que la exclusiva traba podría pasar de Turquía, «ya que Suecia y Finlandia, al igual que varios otros territorios de Europa, reconocen a kurdos como solicitantes de asilo».

Turquía, bajo el regimen de Recep Tayyip Erdogan, ha criticado repetidamente a dichos territorios por su funcionamiento de empresas que en Ankara califican como «terroristas» y se ha mostrado en oposición a su acceso en la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Con «terroristas», Erdogan tiene relación con miembros del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán y de las Unidades de Custodia Conocida (YPG por sus siglas en inglés).

Las YPG son consideradas como un conjunto terrorista por Turquía gracias a sus vínculos en su territorio con el PKK, que ha dirigido una sangrienta guerra de guerrillas en Turquía a partir de 1984.

«Esta postura de Turquía es el exclusivo inconveniente visible que podría frenar la incorporación de Suecia y Finlandia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte», dice Orellana.

«Otra traba es que un territorio aspirante mantuviese una discusión territorial, sin embargo no es la situación de Finlandia y Suecia en absoluto», incorpora.

¿Por qué los dos territorios abandonaron su neutralidad tradicional?

Los dirigentes políticos de las dos naciones han insistido en reiteradas situaciones que la invasión de Rusia a Ucrania les hizo cambiar su histórica postura de neutralidad.

«Una vez que Rusia invadió Ucrania, la postura de estabilidad de Suecia ha cambiado básicamente», describió en un reportado en abril el partido dirigido por la primera ministra sueca, Magdalena Andersson.

En la situación de Finlandia, la primera ministra justificó su cambio de crítica en relación a la Organización del Tratado del Atlántico Norte asegurando que «Rusia no es el vecino que pensábamos que era».

El giro político además viene respaldado por un cambio histórico en la ayuda público.

Una encuesta del pasado marzo demostró que un 57% de suecos aprobaba la membresía a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la primera ocasión en la historia que la mayor parte de la nación optaba por colocarse precisamente en favor de un bloque militar.

Suecia no ha participado en una guerra a partir de los tiempos de Napoleón y ha construido su política de estabilidad en «la no colaboración en alianzas militares».

Finlandia, por su lado, hizo gala a lo largo de décadas de un comportamiento neutral hacia Rusia. Lo asumió tras el fin de la Segunda Guerra Mundial como una forma de aseverarse el bienestar ante un vecino muchísimo más poderoso que le invadió en 1939 en la llamada Guerra de Invierno.

Generaciones de políticos y habitantes creyeron que esta postura les salvaguardaba contra las pretensiones expansionistas de su vecino, con el que comparte 1.300 kilómetros de frontera.

Unirse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte nunca había alcanzado más del 30% de aceptación entre los finlandeses.

No obstante, semanas luego de la invasión de Rusia a Ucrania, la crítica pública entregó un giro dramático alcanzando el 76% de asentimiento, la más alta en la narración de las encuestas.