junio 13, 2024

Esta investigación permite dar un poco más de “sensibilidad” a los robots, y que así puedan servir a los humanos sin herir a ninguno.

No cabe duda que hoy en día la humanidad vive una de sus mejores épocas tecnológicas, con la robótica como una de las ramas más esperanzadoras para el beneficio humano. En días pasados, Infobae informó sobre la creación de una espuma inteligente que promete otorgar “sentido del tacto” a los robots.

Según la investigación desarrollada por la Universidad Nacional de Singapur (NUS), “la espuma inervada artificialmente, o AiFoam, es suave y se siente como una esponja, imita el sentido del tacto humano, puede detectar objetos cercanos sin tocarlos y se repara solo cuando se daña”. Así, con este nuevo material se podría pensar en mejoras para las prótesis robóticas, permitiendo que las personas que perdieron alguna o varias de sus extremidades puedan tener una lo más parecida posible, tanto en forma como en sistema, a una real.

Ahora, la ciencia ha aparecido con una nueva esperanza de ayuda, esta vez para las personas con movilidad limitada o reducida. La nueva tecnología ha sido desarrollada por un equipo de CSAIL del MIT, liderado por el estudiante de doctorado Shen Li y se basa en un robot con forma de brazo que podría ayudar a vestir a las personas que así lo necesiten.

La ciencia detrás de este proyecto tiene como fundamento el desarrollo de algoritmos que permiten a los robots aprender a tener la delicadeza necesaria para atender de forma correcta a sus humanos, y así evitar a toda costa que estos puedan herir a las personas.

“Desarrollar algoritmos para prevenir daños físicos sin afectar innecesariamente la eficiencia de la tarea es un desafío crítico (…) Al permitir que los robots tengan un impacto no dañino con los humanos, nuestro método puede encontrar trayectorias robóticas eficientes para vestir al humano con una garantía de seguridad”, explicó Li.

Cabe recordar que, en el pasado se había evitado casi que al máximo el contacto robótico con los humanos, teniendo en cuenta que, al pensarse como peligroso este contacto, los algoritmos planteados cohibían de forma definitiva el impacto de las máquinas en la vida humana.

Mientras que para una persona es fácil poder vestir a otra por cuestiones de programación natural, para un robot le es mucho más complicado tener la delicadeza propia de una tarea como esta. Los robots deben aprender poco a poco la forma en la que se debe sostener una prenda, así como la manera de doblar los brazos de la persona y hasta el movimiento con el cual pasar, por ejemplo, la manga de una chaqueta detrás de la espalda. Son movimientos que cualquier persona podría imitar desde niño, pero que se le deben configurar de la forma más cuidadosa a un robot.

De esta forma, antes del algoritmo desarrollado por el MIT, era casi imposible que las máquinas pudiesen tener un contacto constante con el ser humano, por lo que, aunque se creara con un objetivo claro, este muchas veces quedaba nulo por la primera ley de la robótica:

“Un robot no hará daño a un ser humano, ni por inacción permitirá que un ser humano sufra daño”
“Este enfoque multifacético combina la teoría de conjuntos, las restricciones de seguridad conscientes de los humanos, la predicción del movimiento humano y el control de retroalimentación para una interacción segura entre humanos y robots”, indicó Zackory Erickson de la Universidad Carnegie Mellon.

Por esto la importancia de esta investigación, ya que permite dar un poco más de “sensibilidad” a los robots, para que así puedan cumplir a cabalidad sus funciones en el servicio a los humanos sin herir a ninguno.

“Esta investigación podría potencialmente aplicarse a una amplia variedad de escenarios de robótica asistida, hacia el objetivo final de permitir que los robots brinden asistencia física más segura a las personas con discapacidades”, finalizó Erickson.

Fuente: Infobae