En el proceso de manufacturación de las últimas tecnologías de células fotovoltaicas es necesaria la utilización de determinados disolventes tóxicos y contaminantes
La tecnología de células fotovoltaicas ha avanzado mucho en un tiempo récord. Desde el inicio de su producción industrial durante los años 50, en la que estos artilugios eran usados únicamente fuera de la atmósfera de nuestro planeta (y que solo eran capaces de proporcionar una pequeña cantidad de energía) hasta ahora, la diferencia es más que notable. En nuestro país por ejemplo, según datos de la Agencia Internacional de Energía (IEA por sus siglas en inglés), generamos 9.294 GWh únicamente con energía solar fotovoltaica, y esta cifra lleva en constante aumento desde hace más de una década.
Esto se debe a la aparición de nuevas tecnologías como las ‘células solares de carbón impreso de perovskita’, que tienen todas las papeletas de convertirse en el futuro debido a su extraordinaria eficiencia, su muy bajo precio y la sencillez de su manufacturación.
Pero no es oro todo lo que reluce. Al mismo tiempo que esta nueva tecnología pretende revolucionar la industria fotovoltaica, en su fabricación se requiere la utilización de un disolvente industrial para la creación de la ‘perovskita’. Este es un mineral basado en el trióxido de titanio y de calcio (CaTiO3) y que, para generar las células solares, debe cristalizar sobre ellas.
Por ello se utilizan diversos disolventes que, aparte de ser grandes contaminantes, son tóxicos para aquellos individuos que entran en contacto con ellos, llegando a tener propiedades psicoactivas. Esta es una de las principales barreras para la creación y comercialización de estos nuevos paneles solares, dado que algunos países tienen prohibida la utilización de estas peligrosas sustancias.
«Para ser sostenibles de verdad, la forma en la que se fabrican los paneles debe ser tan ‘verde’ como la energía que producen»
Pero, por suerte, un grupo de investigadores de la Universidad de Swansea, en el Reino Unido, han sido capaces de crear un nuevo disolvente que promete acabar con todos estos problemas. Así lo especifican en su estudio, que ha sido liderado por la doctora Carys Worsley.
El nuevo producto químico se llama y-valerolactona (GLV) y se trata de un disolvente que no es tóxico y, a la vez, es biodegradable y sostenible. Este es capaz de interactuar con la ‘perovskita’ para llevar a cabo la formación de los nuevos paneles solares.
Entre sus muchas ventajas, los investigadores citan algunas:
- Está hecho de materias primas sostenibles
- Es una sustancia que no tiene problemas legales o regulatorios alrededor del mundo
- Su utilización es completamente viable en los procesos de manufacturación a gran escala
- No es tóxico y es biodegradable
Como explica la principal autora del estudio, la doctora Carys Worsley: «Para ser una energía sostenible de verdad, la forma en la que se fabrican los paneles fotovoltaicos debe ser tan ‘verde’ como la energía que producen». Y continúa: «a medida que la nueva generación de tecnologías solares vaya teniendo viabilidad comercial, será más y más importante la investigación para reducir el impacto medioambiental de las producciones a gran escala».
Por su parte, otro de los autores, el profesor Trystan Watson comenta: «Muchos problemas deben ser resueltos antes de que estas tecnologías se conviertan en una realidad comercial. El problema del disolvente era una de las principales barreras, dado que no solo imposibilitaba la fabricación a gran escala de estas nuevas células solares, sino que impedía la investigación en países donde estos estaban prohibidos».
Los investigadores esperan que ahora, con la llegada de este nuevo disolvente, investigadores de países que no podían contribuir a desarrollar este proyecto se sumen al esfuerzo acelerando su viabilidad comercial y la generación de energía limpia y sostenible.