La restauración del conjunto escultórico concluirá en agosto, pero es “improbable” que vuelva a la calle hasta que no se repare el basamento, según el Instituto de Antropología
Siete meses después de que la estatua de Colón, en el paseo de Reforma de la capital mexicana, bajara de su pedestal para ser restaurada, aún no se sabe cuándo volverá. Las tareas de reparación concluirán por agosto, según el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que es el que se ha encargado de los trabajos. Pero nada indica que esa sea la fecha en que salga del taller, porque ahora se habla del mal estado del pedestal y se desconoce cuándo se renovará. El almirante genovés tendrá que esperar.
El conjunto escultórico se retiró del céntrico paseo citadino por la noche, a dos días del 12 de octubre de 2020, fecha en que el marinero arribó a América en 1492, una conmemoración con la que muchos no están de acuerdo y que ha ocasionado el derribo de algunas estatuas de Colón en varias partes del mundo. Por ese motivo, la operación del Gobierno de la ciudad ocasionó algunas sospechas. En las redes sociales se hablaba por aquellos días de derribar la estatua.
Y comenzaron los trabajos de reparación. Lentos, según dicen en el INAH, por culpa de la pandemia, que ha ocasionado algunos problemas de personal. “Se ha avanzado en el tratamiento y limpieza de las pintas y grafitis que dejaron algunas marchas de protesta. Es un trabajo delicado para evitar alterar la pátina del metal”, dice la coordinadora nacional de Restauración del INAH, María del Carmen Castro Barrera.
Al Colón de bronce le acompañan los frailes Pedro de Gante, Bartolomé de las Casas, Juan Pérez de Marchena y Diego de Deza. Cada uno ha tenido diferentes tratamientos, debido a la contaminación que sufre la zona, con un tráfico rodado constante. Se ha trabajado también en eliminar antiguas reparaciones con pátinas artificiales y repintes, materiales ajenos que han tenido que limpiarse. “En agosto estaremos terminando todo ello, y el Gobierno de la ciudad deberá determinar su regreso”, afirma Castro Barrera.
Pero no hay que pensar que será en verano cuando Colón arribe de nuevo a su glorieta. “Lo que está más dañado es el basamento y si no está reparado es probable que no se coloque la estatua”, dice la restauradora. “Ojalá haya recursos para restaurarlo”. Sobre lo que costará todo esto no hay información todavía, y tampoco sobre la posible intervención en el pedestal.
El paseo de Reforma tienen múltiples estatuas, tanto en las glorietas como en los laterales, pero no hay previsión de que se retiren otras. La de Cuauhtémoc, en otra de las rotondas, ha sufrido vandalismo, se han cercenado las patas de algunos leopardos y se trabaja con el seguro para ver su reparación. “En este caso no creo que sea necesario bajar la estatua”, dice la especialista del INAH.
Ambos monumentos urbanos tienen la misma exposición a la contaminación ambiental, pero el pedestal de Cuauhtémoc está en mejores condiciones que el de Colón, según afirman. “Son distintos tipos de piedra”, aclara la restauradora. El material de origen sedimentario donde se asienta el genovés “es más susceptible al deterioro”.
La estatua de Colón desembarcó en la costa de Veracruz en 1875, donada por un empresario y banquero mexicano, Antonio Escandón. El bronce había salido del taller de Charles Cordier, un escultor francés. Aquellos eran buenos años para el almirante, cuya memoria se honraba con estatuas en numerosas ciudades del mundo. Los vientos han cambiado y con ellos, el destino del marinero, que ya no es bien recibido en muchos lugares.
Fuente: EL PAÍS