junio 11, 2024

Con el 95 por ciento de las mesas escrutadas en Perú, Pedro Castillo es el candidato que más seguro tiene un puesto en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que se vivieron el pasado domingo, donde la candidata Keiko Fujimori es la mas cercana a lograr ser la otra opción de la segunda ronda electoral, donde se decidirá cual de los dos sería el próximo presidente de Perú. Según los resultados oficiales de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) de Perú, el candidato de extrema izquierda del bloque Perú Libre, Pedro Castillo, tiene hasta ahora un 19.03 por ciento de votos válidos.

El día de ayer, mientras la ONPE seguía contando los votos y publicando las cifras de manera oficial, la ciudadanía estaba ansiosa por conocer el resultado final. En las primeras horas del día, De Soto, de Avanza País, era quien estaba próximo a estar en el balotaje, pero ahora es Fujimori, de Fuerza Popular, quien registra 13.32 por ciento de los sufragios emitidos por los ciudadanos peruanos, mientras que el primero mencionado está con 11.74 por ciento.

Otro de los aspirantes que no perdía las esperanzas, ya que se encontraba entre el tercer y cuarto lugar es Rafael López Aliaga, que tiene hasta ahora 11.71 por ciento de los votos. En estas elecciones, donde además se votaron otros cargos, postularon un total de 18 candidatos a mandatarios.

Perú desea lograr tener un nuevo mandatario elegido por vía democrática, esto porque en la actualidad está liderado de forma provisoria Francisco Sagasti, luego de destituciones y escándalos en la clase política. Hasta ahora, por decreto supremo, la segunda vuelta presidencial está programa para el 6 de junio, aún cuando el país está bajo duros efectos por la pandemia del Covid-19.

El Congreso de Perú seguiría dividido teniendo 11 partidos que lo representan, mientras que ahora la sorpresa está situada en el porcentaje obtenido por el candidato de extrema izquierda. Entre las promesas de campaña de Castillo destacaron la redacción de una nueva Constitución para debilitar a la elite empresarial y dar al Estado un rol más dominante en la economía.