junio 13, 2024

Municipio minero en Zacatecas, lidera la encuesta nacional de percepción de inseguridad, ilustrando la ola de violencia en el centro del país que marcará la inminente campaña electoral

Muchas veces les da tiempo de bajar la reja metálica en la tienda y encerrarse con llave en la bodega. Pero cuando los disparos suenan muy cerca, Mariano y Carmen solo llegan a esconderse al fondo del pasillo. Hace tres semanas fueron más de 10 disparos justo en la acera de enfrente. Un grupo de sicarios acababa de asesinar al subdirector de Desarrollo Urbano del Ayuntamiento en la puerta de su casa. Unos días antes mataron a balazos a un abogado en la misma calle cuando salía de su bufete. Y la semana pasada, otros tres vecinos fueron tiroteados un par de cuadras más abajo.

En sus 12 años al frente de la tienda de abarrotes, Mariano Rosales no recuerda otra época peor en Fresnillo, un municipio del estado de Zacatecas. “Nos tienen bien espantados. Estamos todo el día con el Jesús en la boca”. La calle de las balaceras, a menos de cinco minutos andando del centro de la ciudad, se llama Tamaulipas. Un guiño macabro del azar a uno de los Estados más violentos del país. Los vecinos están asustados —”Salimos a la calle encomendándonos a nuestro padre Dios”, cuenta el tapicero— por la crecida de los asesinatos y las extorsiones, pero aun así conservan el proverbial humor negro mexicano: la calle ya ha sido rebautizada oficiosamente como Mataulipas.

El día que mataron a tiros al funcionario del Ayuntamiento, otras 14 personas fueron asesinadas en la ciudad. Con casi 250.000 habitantes, la más poblada de Zacatecas y uno de sus motores económicos, Fresnillo lidera la lista de la encuesta nacional de percepción de seguridad pública urbana, que publica trimestralmente el instituto de estadística, Inegi. El 95% de los habitantes de Fresnillo considera que vivir en su ciudad no es seguro. Por encima de focos rojos como Ecatepec, en el Estado de México, o Coatzacoalcos, en Veracruz.

Un hombre vende imágenes religiosas en Fresnillo, Zacatecas.
Un hombre vende imágenes religiosas en Fresnillo, Zacatecas.

La situación límite en Fresnillo ilustra la ola de violencia que azota a los Estados rurales del centro de México, relativamente tranquilos hasta hace pocos años, alejados tanto de las puertas de entrada y producción de droga —las costas y las montañas— como de las puertas de salida por la frontera norte. Pero en los últimos años el mapa del crimen organizado se ha ido ensanchando cada vez más. Como Guanajuato, San Luis Potosí o Aguascalientes, Zacatecas ha registrado un vertiginoso aumento en lo registros de violencia. En el último año los homicidios crecieron más de un 60%.

La ruta de la droga

Su enclave geográfico la ha convertido en el nuevo objeto de deseo del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG). Considerada la mafia más poderosa de México, sus redes se han expandido en busca del control de las rutas de distribución hacia EE UU por el este. Y ahí, Zacatecas, y en particular Fresnillo, situada literalmente en el centro del territorio mexicano, juega un papel crucial como una de las ciudades más grandes e industrializadas del corredor que conecta los puertos del Pacífico con las salidas hacia Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. En ese misma ruta hacia el norte, a pocos kilómetros de Fresnillo, cuatro policías estatales que vigilaban la carretera fueron emboscados y murieron calcinados dentro del propio coche patrulla la semana pasada.

Desafiando la llanura desértica que rodea a la ciudad, en las orillas se levantan bodegas gigantes y naves metálicas que guardan maquilas, ensambladoras para la industria del automóvil y tres minas. Desde la época colonial, la zona ha sido un filón de oro y la plata. Fresnillo PLC es la única empresa mexicana que cotiza en la bolsa de Londres. Con yacimientos también en Sonora y Durango, la joya de la corona, su principal yacimiento de plata no refinada está en la ciudad, generando más de 10.000 empleos directos.

El clima de violencia también ha envuelto a la minera, con ataques a trabajadores atribuidos a pugnas entre sindicatos. “Es un pinche desmadre todo. Dicen que son los sindicatos pero ¿quién sabe?”, cuenta Miguel Macías, 32 años, antes de entrar en la mina. Casco naranja y chaleco fluorescente, dice también que hace dos días, cuando sacaba a pasear a su perro por la mañana, vio cómo dos tipos en una motocicleta tiroteaban a un “chavo que andaba lavando el carro fuera de su casa”. Y que por la tarde “encontraron otro muertito en el campo de fútbol”.

El alcalde de Fresnillo, Saúl Monreal, reconoce abiertamente la dimensión del problema: “La ciudad se ha convertido en una guerra sin cuartel entre el crimen organizado”, afirma en unas oficinas de Morena en el casco antiguo. El Palacio Municipal de Fresnillo, a un par de cuadras, está cerrado desde que hace meses una protesta por el feminicidio de una menor terminó con la gente asaltando el Ayuntamiento y quemando varias estancias. “Fue una expresión del enojo”, resume el alcalde, que también reconoce la existencia de al menos tres mafias —Jalisco, Sinaloa y Noreste, los restos del cartel del Golfo— pero subraya una en particular: “Desde hace un año para acá la presencia de Jalisco Nueva Generación fue lo que agudizó la violencia”.

El alcalde de Fresnillo, Saúl Monreal.
El alcalde de Fresnillo, Saúl Monreal

Fresnillo ya vivió una primera época negra. A finales de los 2000, en la llamada guerra contra el narco del presidente Felipe Calderón, la ciudad fue tomada por los Zetas. El capo regional, Iván Velázquez, conocido como Z-50, tenía su casa en Fresnillo, donde era habitual también el jefe de la mafia, Miguel Ángel Treviño, el Z-40. La detención de ambos, en 2012 y 2013 respectivamente, calmaron las aguas hasta el nuevo pico actual, con más actores del narcotráfico involucrados y un nuevo fenómeno: el consumo de metanfetamina está disparado en la ciudad, más de 50% en el último año, según datos del Centro de Integración Juvenil (CIJ) de Fresnillo.

La ola de violencia será uno de los ejes centrales de cara a las elecciones del 6 junio, que renovarán la Cámara de Diputados y las gubernaturas de 15 Estados. Entre ellos Zacatecas, en manos del PRI, y que arranca la campaña el 4 de abril. En clave electoral, Monreal subraya con insistencia que el problema de la inseguridad trasciende a su municipio. “La situación es muy grave pero pero no solo en Fresnillo, en todo el Estado. La gente sabe que el tema del crimen organizado va más allá de nuestra competencia. Es estatal y federal. Así se lo he hecho saber al presidente”. El 27 de febrero, el día que se registraron 15 asesinatos en la ciudad, Andrés Manuel López Obrador visitó Fresnillo en una de sus interminables giras. Y ordenó reforzar la seguridad en el Estado con más de 300 miembros del Ejército y las Guardia Nacional.

“Acabar con el monrealismo es acabar con la sociedad”

Fresnillo es la cuna de la familia Monreal. 14 hermanos y casi las mitad dedicados a la política. Hijos de un líder del sindicato priista de campesinos, el mayor, Ricardo Monreal (60 años), es uno de los pesos pesados de Morena y uno de sus máximos artilleros como jefe de la bancada del partido en el Senado. Su larga carrera empezó aquí en la filas del PRI, recorriendo palmo a palmo Zacatecas. Hasta su ruptura para arrasar en las elecciones estatales del 1998 en las filas del PRD.

“Ahí comienza el monrealismo, que es movimiento social, no político. Muchos gobiernos posteriores han intentado acabar con él, pero acabar con el monrealismo es acabar con la sociedad, con el carnicero, con el bolero, con el comerciante. El monrealismo es una doctrina”, apunta el alcalde Saúl. Otro hermano, David, es el candidato a gobernador por Morena, después de haber pasado también por la alcaldía de Fresnillo.

El expansionismo de los Monreal ha sido criticado dentro y fuera del partido, dividido hoy en dos bandos claros, como se escenificó en las turbulentas elecciones internas del año pasado. Los comicios de Morena en Zacatecas también estuvieron rodeados de polémica. La influyente familia aupó como candidata a presidenta estatal a Catalina Monreal, hija del senador de Morena. Como en los comicios nacionales, la formación en Zacatecas también fue incapaz de ponerse de acuerdo y de momento sigue con una presidencia interina. Para el alcalde de Fresnillo y tío de Catalina, “es normal lo que ha sucedido. Morena surge de diferentes expresiones. Y quien estaba en la presidencia no era afín al monrealismo. Ellos tienen su gente, nosotros la nuestra. Estamos intentando conciliar”.

Antes de la creación de Morena, Benjamin Medrano formó parte del equipo de los Monreal en Fresnillo, en las filas entonces el Partido del Trabajo (PT). Hoy diputado federal por el PRI, y también antiguo alcalde, considera que “las familias tan grandes como ellos tienen que hacer uso del poder”. Pero a la vez advierte de que “su marca no es la misma que la de Morena. El monrealismo es una movimiento disfrazado de social, no es genuino como el de López Obrador y tiene una historia en el Estado asociada al cacicazgo”.

Medrano reconoce en todo caso que entre el PRI y Morena, el electorado zacatecano votará mayoritariamente por Morena. “Pero entre David Monreal y Claudia Anaya (candidata del PRI por la coalición Va por México) ya es otra cosa. David siempre ha perdido y arrastra la imagen de haber defraudado a los ganaderos”. Esta será la tercera ocasión que Monreal se presente al asalto de la gubernatura, tras dos derrotas al frente del PT y Morena. El presunto fraude se refiere a las irregularidades señaladas por la Auditoría Superior de la Federación —unos cinco millones de pesos— en un programa ganadero del Estado en 2019, cuando el coordinador era el ahora candidato a gobernador por Morena.