Los desastres naturales desplazarán a 1.200 millones de personas en 2050. La vuelta a técnicas tradicionales y la descarbonización, claves para evitarlo
Unos 1.200 millones de personas habrán sido obligadas a migrar en 2050, bajo el azote de las catástrofes naturales provocadas por el cambio climático. Es esta una de las principales conclusiones del primer informe sobre amenazas ecológicas del Instituto por la Economía y la Paz (el australiano IEP, por sus siglas en inglés).
El cálculo es la superposición de los 740 millones de personas que viven en países en los que la escasez de recursos mermará su resiliencia ante eventos ambientales en los próximos 30 años y los 1.000 millones de personas expuestas a desastres naturales, menos los duplicados.
Los expertos creen que la descarbonización y la recuperación de técnicas tradicionales serán claves para evitar que estos augurios se transformen en realidad.
“Hacer previsiones de este tipo sería tener una bola de cristal, porque las consecuencias del cambio climático no son un proceso lineal”, explica el secretario general adjunto de la Unión por el Mediterráneo, Grammenos Mastrojeni. “Se trata de tendencias. Eso sí, tenemos que prepararnos para una desarticulación completa de las bases económicas, que puede derivar en hundimiento social, pero también en oportunidades si somos lo suficientemente sagaces”, añade.
Los países pobres tienen menos recursos para afrontar el efecto invernadero
En su opinión, cuando se habla del impacto de la climatología, se citan a menudo los efectos en el organismo humano de las crecientes olas de calor, la insurgencia de epidemias como el Covid o los eventos atmosféricos extremos. Se omite decir, sin embargo, que estos últimos provocan, por lo general, desplazamientos de población de radio o plazo cortos.
La causa de las migraciones de gran envergadura estriba, más bien, en una naturaleza que se vuelve cada vez más imprevisible.
“Al fin y al cabo, detrás del cambio climático está el efecto invernadero y este, a su vez, es una enorme cantidad de energía que se acumula en la Tierra, en lugar de ser reenviada a la atmósfera, y que no se traduce solo en calentamiento global, sino también en un clima caótico e irregular”, razona Mastrojeni.
Planificar actividades con un clima imprevisible se vuelve cada vez más difícil
En este marco, la planificación de toda actividad humana, desde la agricultura, hasta la ganadería, la construcción o el abastecimiento de agua, deviene imposible, lo que fomenta las migraciones.
Países más perjudicados
En cuanto a los desastres, “aunque nadie es inmune, son sobre todo los países de renta baja, con menos recursos, los que sufren el impacto de la emergencia climática de manera más profunda”, subraya Cristina Fernández-Durán, investigadora en desplazamiento global de Oxfam Intermón.
Solo en 2019, unos 24 millones de personas migraron por desastres relacionados con eventos climáticos, según el Centro de observación de Desplazamientos Internos (IMDC, por sus siglas en inglés). Aunque aventurarse en cifras de cara al futuro le parece incauto, “sabemos que este fenómeno irá en aumento, en línea con el empeoramiento de la crisis climática”, advierte Fernández-Durán.
¿Qué hacer entonces? Para esta investigadora, es prioritario “prevenir y mitigar los efectos del cambio climático”, con el objetivo de “evitar que las personas tengan que abandonar sus hogares de manera forzosa, al alcanzar la neutralidad en carbono en las próximas tres décadas”, concluye Fernández-Durán.
Pero la solución, en palabras de Mastrojeni, podría pasar también por “el redescubrimiento de técnicas y actividades tradicionales” que son respuestas válidas al calentamiento global, pero que “se han quedado al margen del sistema económico”.
En el Mediterráneo ello permitiría, por un lado, consolidar las distintas sociedades y, por el otro, favorecer la integración a través de los intercambios, una tarea pendiente en esa área. Es así como de un problema tan grave como la crisis del clima podrían aflorar dinámicas virtuosas para construir un mundo más vivible.